Jorge se peleaba a veces con Ximena, pero en general se llevaba bastante bien con su hermana.
Mientras desayunaban Jorge le tiraba de las coletas a Ximena y la pequeña se quejaba cada día; pero si alguna mañana Jorge no le hacía enojar, la niña lo molestaba también para llamar su atención.
Ximena llevaba unos días que estaba muy cansada. Una tarde se empezó a sentir mal, tenía fiebre y escalofríos y sus papás la llevaron rápidamente al médico. Después de hacerle numerosas pruebas médicas, les dijeron que la niña tenía leucemia y era urgente tratar la enfermedad; por lo que tuvo que quedarse ingresada en el hospital.
– ¿Dónde están Ximena y mamá? – preguntó Jorge extrañado cuando vio que llegó su padre solo.
-Ximena está malita y tiene que quedarse un tiempo en el hospital – le dijo su papá muy serio. – Mamá está con ella.
Jorge se quedó callado unos segundos.
– ¿Qué le pasa? – preguntó muy preocupado.
– Tiene leucemia – le contestó de nuevo su papá sin mentirle.
– ¿Y eso qué es papá? – preguntó Jorge a media voz.
– La leucemia es una enfermedad de la sangre. A Ximena le tienen que poner mucha medicina para que su sangre sane y vuelva a ser normal. Es como meter en su cuerpo soldaditos para que le ayuden a vencer esta batalla. ¿Entiendes?
– Creo que sí – contestó el niño mientras caían por sus mejillas muchas lágrimas.
Desde aquel momento, el día a día en esa familia cambio.
Jorge veía a sus papás muy tristes y preocupados, y él extrañaba demasiado a su hermana, a la que no había vuelto a ver desde el mismo día que la ingresaron en el hospital.
Por las noches, Jorge dormía con su elefante de peluche y lo estrujaba fuertemente contra él pensando que abrazaba a su hermana. El elefante tenía un hueco en su espalda y los hermanos metían ahí sus manitas jugando a modo de marioneta. A Jorge se le ocurrió escribirle una carta a su hermana contándole cuánto la extrañaba y la escondió ahí. Al otro día les dijo a sus papás que le llevaran el elefante a Ximena para que se quedara con él.
Cuando Ximena descubrió la carta de su hermano y la leyó se le iluminaron los ojos:
‘Hola Ximena, quiero que vuelvas pronto a casa. Ponte buena, te extraño mucho. Jorge’.
Y había pintado un bonito corazón de color rojo rodeado de muchos soldaditos. Ximena, en lugar de quedarse con el elefante como Jorge había pensado, respondió a su hermano del mismo modo; escribió unas letras y escondió el papel en la espalda del elefante pidiéndoles a sus papás que se lo llevaran a su hermano.
‘Hola Jorge. Estoy cansada. Yo también quiero volver a casa pronto para jugar contigo. Esto es muy aburrido. Ximena’.
Y también pintó una muñeca con cara aburrida haciéndole ver a su hermano cómo se sentía.
Lo que en principio parecía una idea ocasional se convirtió en algo cotidiano para los niños. El elefante de peluche viajaba continuamente del hospital a la casa y de la casa al hospital, haciendo que los dos hermanos se sintieran mejor al estar todos los días en contacto. Pasado un tiempo, Ximena pudo abrazar a su hermano Jorge, y aunque tuvo que estar ingresada unos meses más en el hospital, los soldaditos que habían metido los médicos en su cuerpo hicieron que Ximena recobrara las fuerzas y ganara la batalla.
Ahora Jorge sigue tirando de las coletas a su hermana, por las mañanas, mientras ríen contentos.